21 de noviembre de 2008

Beatificación de Pedro Kibe sj

Domingo 23: Eucaristía en Fátima a las 7.30 PM por la beatificación de mártires de Japón.
Por vez primera habrá en Japón una ceremonia de beatificación. El día 24 en Nagasaki, 188 mártires del siglo XVII serán declarados beatos: 183 laicos y 5 religiosos, los jesuitas Pedro Kibe Kassui, Nicolás Keian Fukunaga, Julián Nakaura, Diego Ryosetsu Yuki y el agustino Tomás Kintsuba Jihei. La fecha es fiesta nacional y «se espera que acudan unas 20 mil personas, sin duda la mayor asamblea de oración de nuestra historia de católicos», dice su arzobispo.
En Lima celebraremos la Eucaristía uniéndonos a la Iglesia del Japón y a la Compañía en la beatificación de los mártires, este domingo 23 a las 7.30 pm, en la Parroquia de Fátima de Miraflores.
Nagasaki, ciudad de la segunda bomba atómica, guarda también “la colina de los mártires”: los 188 de ahora se suman a los 42 santos -entre ellos, Pablo Miki y sus compañeros - y 583 beatos.
Para Shinzo Kawamura, jesuita de Sophia University, la firmeza ante las torturas y el martirio les venía del espíritu comunitario con que se sostenían unos a otros en la fe: “La iglesia de entonces en el Japón era una verdadera iglesia de pueblo”. El escritor Endo Shusaku -autor de una bonita “Vida de Jesús”-, se inspiró en ese tiempo de la iglesia, con la fe puesta a prueba, para su novela “Silencio” que Martin Scorsese tiene intención de llevar al cine. Entre los laicos destaca Yaihyoe Hashimoto, su esposa Tekura y los cinco hijos. Pertenecía a un grupo de samuráis y mostró tal valor que hasta el gobernador de Kyoto, encargado de la ejecución, quedó impactado. Y Migeru Kusurya, “el buen samaritano de Nagasaki”, acusado de recoger limosnas para las viudas y huérfanos de quienes ya habían ido al martirio.
Pedro Kibe (1587-1639) nace el año del decreto de expulsión de los misioneros extranjeros. Otro decreto de 1614 cerraba las iglesias y los sacerdotes que hubiera aún, incluso japoneses, eran deportados con los laicos que acompañaban las comunidades. Kibe y Jihei, ambos samuráis, dejaron el seminario. En tres años Kibe llegó a Roma y se ordenó sacerdote en 1620. Hizo luego el noviciado en Lisboa y partió para Goa con otros veinte jesuitas. Pero su decisión era volver al Japón aún a riesgo del martirio. No fue fácil encontrar barco que quisiera llevarle hasta conseguir uno en Manila que naufragó; pero pudo arribar a Kagoshima, el mismo puerto por el que entró Xavier al Japón. Volvía a su patria después de 16 años y trabajó 9 más en esa iglesia clandestina, hasta ser descubierto en Sendai y torturado en Tokio. El gobernador que ejecutó la condena escribió en el acta “no se retractó”. Fue un jesuita que miraba de frente hacia el mundo en una época agitada.
Keian Fukunaga (1569-1633), hermano jesuita, salió entre los refugiados a Macao en 1614 y en 1620, ante las penosas noticias que llegaban, regresó para atender en varias ciudades una iglesia que se iba quedando sin sacerdotes. Murió en Nagasaki pidiendo perdón “por no haber llevado a Cristo a todos los japoneses, comenzando por el shogun”.
Julián Nakaura (1567-1633) a los 15 años fue en una delegación a entrevistarse con Felipe II y el Papa pidiendo apoyo para la evangelización del Japón; regresó en 1590 cuando se había desatado la persecución de Hideyoshi. Bajo ella se hizo sacerdote y trabajó 43 años hasta su martirio en Nagasaki que fue uno de los primeros en sufrir.
Ryosetsu Yuki (1574-1636), que pertenecía a la familia del shogun Ashikaga, muere en Osaka. No sólo guardó su fe hasta el final sino también su promesa de no dar a conocer el nombre de quienes lo habían tenido oculto.

Nos acompañarán en la celebración de la Eucaristía los PP. Agustinos ya que uno de los mártires pertenece a su Congregación.

Vivamos esta celebración unidos a toda la Compañía y a la Iglesia del Japón que nos da una vez más testimonio de su decidida fe.

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