13 de agosto de 2007

Encuentro de Oración - sábado 15 de setiembre de 5.00 a 7.00 PM


El tercer sábado de cada mes nos reunimos para en el silencio encontrar a Dios. A veces la oración calla, pues una comunión apacible con Dios puede prescindir de palabras. ¿Cómo llegar al silencio interior? A veces estamos en silencio, pero en nuestro interior discutimos fuertemente, confrontándonos con nuestros interlocutores imaginarios o luchando con nosotros mismos. Mantener nuestra alma en paz supone una cierta sencillez: Hacer silencio es dejar a Dios lo que está fuera de mi alcance y de mis capacidades. Un momento de silencio, incluso muy breve, es como una santa parada, una tregua respecto a las preocupaciones. La agitación de nuestros pensamientos se puede comparar a la tempestad que sacudió la barca de los discípulos en el mar de Galilea cuando Jesús dormía. También a nosotros nos ocurre estar perdidos, angustiados, incapaces de apaciguarnos a nosotros mismos. Pero también Cristo es capaz de venir en nuestra ayuda. Así como amenazó el viento y el mar y «sobrevino una gran calma», él puede también calmar nuestro corazón cuando éste se encuentra agitado por el miedo y las preocupaciones (Marcos 4).
Cristo dice: «Éste es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado» (Juan 15,12). Tenemos necesidad de silencio para acoger estas palabras y ponerlas en práctica. Cuando estamos agitados einquietos, tenemos tantos argumentos y razones para no perdonar y no amar. Quizás evitamos el silencio, porque la paz interior es un asunto arriesgado: nos hace vacíos y pobres, disuelve la amargura y las rebeliones, y nos conduce al don de nosotros mismos. Silenciosos y pobres, nuestros corazones son conquistados por el Espíritu Santo, llenos de un amor incondicional. De manera humilde pero cierta, el silencio conduce a amar.